Friday, November 23, 2007

Viajera primeriza 1, el arribo


No se me había ocurrido escribir sobre las anécdotas vividas en mi viaje a Austin, Texas. Y a ocho meses de aquella aventura laboral, pero también recreacional, creo que ya es hora de hablar sobre los momentos que tuve que pasar al ser una viajera primeriza.
En el trayecto desde Chile hasta Estados Unidos prácticamente no hubo novedades. Quizás puedo mencionar que estos gringos sólo me tuvieron la visa el mismo día del vuelo en la mañana y que todas las recomendaciones que me dieron aquellos viajeros que ya tenían kilometraje quedaron por el suelo, pues no me asusté con el despegue y aterrizaje del avión (algunos dijeron que era terrible y a mi me encantó) y que las famosas turbulencias y bolsas de aire sólo me dieron cosquillitas de vértigo en el estómago.
Mi calidad de viajera campesina quedó en evidencia cuando puse mi primer pie en Atlanta, en cuyo aeropuerto hicimos escala. Era tan grande el recinto que había que tomar el metro para hacer conexión. Menos mal que mi inglés no era tan malo y que me permitió comunicarme sin mayores problemas para comprar un agua mineral y para consultar cómo debía llegar hasta mi siguiente vuelo.
Llegando a Texas, mostré la hilacha, como se dice. A la salida del aeropuerto me estaba esperando un gringo de dos metros con un cartel con mi nombre, que pronunciaba mi nombre y apellido como nunca lo antes había escuchado, poniendo énfasis en las Y griegas y en la TH. En un espectacular inglés me dijo que mi auto estaba afuera esperándome para llevarme al hotel. Me quitó todas las maletas y no me quedó otra que seguirlo. Caminó hasta una limusina (de esas largas y con vidrios polarizados que acá en Chile sólo vemos en las películas), abrió el maletero, metió mi equipaje, abrió una de las puertas y me dijo que me subiera. Yo, a lo más huasa le pregunté con mi inglés indio si estaba seguro que ese era el auto y como me respondió que sí, me subí no más po’. Una vez en el interior, me dijo que un nutrido refrigerio que estaba en una especie de mesa en el medio de la limusina estaba a mi disposición, cerró un vidrio que lo separaba de mi y me dejó allí sola, sin saber qué saber, sin saber que si me tomaba un agua mineral, una bebida, un trago o pastelillos y otras exquisiteces me lo iban a cobrar y se me iba a acabar el escuálido viático que me habían dado en el diario. ¿Y qué creen? No comí y tomé nada.
El viaje al hotel duró como media hora y el segundo chascarro lo viví llegando a este lugar, en el que con extrañeza miré desde aún una distancia considerable que bajo la bandera de Estados Unidos había una chilena. Igual que los monitos animados, me restregué los ojos para ver si era cierto lo que veía, pues si me habían ido a buscar en limusina, ¿por qué no iban a poner una bandera para recibirme? Después de que me di cuenta del papelón que hice el confundir la bandera de Texas con la chilena (menos mal que no le comenté a nadie o se habrían reído de mi), llegué al hotel y tuve que registrarme…

2 comments:

Anonymous said...

Hola Chini... Leí tu blog y me parecio muy divertido.. especialmente lo de las diabluras de niños... recorde otras cuantas mías...
Eres periodista?... el mundo es muy pequeño y tal vez hasta nos conocemos.
prometo ponerme al día con este blog... revisa http://digacomunicaciones.spaces.live.com/ ahi aparecen otras cosas mías.
un abrazo
Saludos Alex

Chini said...

Alexis.... es posible que hayamos compartido las ventoleras de Playa Ancha y posiblemente hayamos conocido juntos los hermosos parajes del norte de Chile, salitreras, Tocopilla, fósil del dragón aurico universal, recuerdo... recuerdo...